lunes, 23 de febrero de 2009

Negrita

Está todo planeado.

+ + +

-Hola Negrita-digo nada mas llegar.
-¿Negrita? -responde mi Negrita extrañada. Ya ha pedido y esta sentada, preciosa como siempre, con su café. Evidentemente esto ya lo sabia, por eso he subido a la mesa con mi coca cola.
-Si.
-¿Y eso?

Le dedico media sonrisa. Con esa estúpida pose que considero tan guay pero que siempre he tenido la sospecha de que en mi solo resulta patética. Mientras ella espera a que termine con mi rollo peliculero da una calada al cigarrillo que se ha debido encender hace un rato consumiéndolo del todo.

-¿Por qué lo de “Negrita”? -dice al tiempo que hecha el humo.
-Por la canción de Calamaro.
-¿Que canción?
-Negrita
-¿Que pasa con esa canción?
-Ahora es lo que me recuerda a ti.
Ella aparta la mirada. Aun no ha sonreído -Creía que yo era “Preciosa”.

Mi mente retrocede varios meses atrás, prácticamente un año. No se en que momento se convirtió en “Preciosa” no soy capaz de recordar cuando empecé a llamárselo, supongo que surgió de modo natural.

Lo que si que recuerdo fue el primer día en el que nos dimos cuenta de que se había convertido en Preciosa. Volvíamos a su casa, era un día frío. No mucho pero lo suficiente para que se agarrase a mi brazo como si fuese a arrancármelo. Habíamos ido al cine y planeábamos lo que íbamos a hacer al día siguiente. Decidimos quedar para comer.

-Entonces a que hora me paso? -pregunté yo
-No te pases a ninguna hora, llámame cuando te levantes porque tampoco sabré si puedo ir.
-De acuerdo preciosa.
Ella se sonrojó apartó la mirada y sonrió -No me llames Preciosa.
-¿Por qué no? Eres Preciosa.
-Que tonto eres.

Y desde aquel momento cada vez que le llamaba Preciosa me dedicaba una sonrisa. Pasase lo que pasase siempre le sacaba una sonrisa con solo llamarla por el nombre que solo yo podía usar. Aunque fuesen sonrisas melancólicas, siempre sonreía y me abrazaba con fuerza si íbamos agarrados.

Pero ya no era “Preciosa”.

Había pasado mucho desde aquello.

Di un sorbo a mi coca cola -Porque ya no eres Preciosa para mi.
-No? -preguntó ella medio enfadada.
-No… Ahora eres la Preciosa de otro. Tengo que buscarte otro nombre.
-Y me llamas como una canción de Calamaro?
-Si
-Sabes que no me gusta Calamaro.
-Sabes que no me importa que no te guste, es el nombre que te pongo porque es la canción que me recuerda a ti.
-Podías haber pensado una mejor
Sonrío de nuevo -Créeme, no hay una mejor.

Después seguimos hablando de cosas que no tienen ninguna importancia. Ella me sigue mirando con ojos tristes y sigue sin sonreírme. Yo sigo intentando animarla y romper el hielo. Nos pasa a veces. A veces estamos genial, a veces uno de los dos esta incomodo, a veces no entendemos porque seguimos quedando.

Me termino mi coca cola y ella finalmente bebe su café. Seguimos charlando de mis amigos, sus amigas y nuestras vidas. Cuatrocientos kilómetros de distancia hacen que sepamos poco el uno del otro.

Y aun así… aun así seguimos con estos encuentros raros. Aun así nos seguimos necesitando.
Mientras hablamos la miro y ella me mira pero no sonríe. Si acaso media sonrisa mas triste que alegre, pero todavía no me ha enseñado su preciosa sonrisa.

-Que pasa Negrita?
-Nada.
-No me digas que nada. Se cuando te pasa algo, llevas sin sonreír toda la tarde.
-Porque ya no soy Preciosa?
-Sigues siéndolo
-Ya sabes a lo que me refiero
-Y yo ya te he explicado porque. Ya no eres mi “preciosa” ahora eres la de otro.

Ella aparta la mirada. Está enfadada.

-Que pasa?
-Nada… que me ha molestado eso es todo.
-Por?
-Porque… -se calla a mitad de la frase
Espero unos segundos. No continua -Porque…?
Suspira y se lleva las manos a la cabeza. No me mira -Nada… Es una tonteria.
-Quiero saberla.
-Porque… mierda… porque es como si hubieses destrozado lo poco que quedaba de lo nuestro. -la frase la termina mirándome con su mirada penetrante, con esos ojos que parece que te miran el alma.

Aquello me hace sentir mal (como siempre que me mira así) y no puedo evitar quedarme callado y apartar la mirada.

Me pregunto porque seguimos empeñados en hacernos tanto daño.

-No se trata de eso Negrita. No quiero acabar con nuestra relación. No quiero echar tierra sobre ella ni nada parecido -he tardado un par de minutos de silencio incomodo en reunir el valor para comenzar a hablar, en estructurar mentalmente las frases, los párrafos y calmarme para decirlos- Pero… no puedo llamarte Preciosa. Porque ya no eres mi Preciosa. Ya no significa lo mismo. Ahora… para mi eres Negrita, no Preciosa. No puedo llamar Preciosa a la mujer de otro.
Se enciende otro cigarrillo enfadada. -Eres la ostia. De verdad. La puta ostia e?
-Que pasa?
-Que eres un peliculero de mierda
-Que quieres que le haga si es lo que siento
-Que “lo que sientes”? Eres un peliculero, siempre lo has sido… pero bueno, si me quieres llamar Negrita llámamelo, haz lo que te de la gana, como haces siempre.

De nuevo silencio incomodo. Ella continua fumando sin mirarme. Yo miro al suelo. El camarero llega y nos retira la taza y el vaso. Puedo distinguir entre el ruido del bar el hilo musical, “Satisfaction” de los Rolling Stones.

Se termina el pitillo y le pregunto a ver si le apetece dar una vuelta. No le apetece evidentemente. De hecho, sin decir nada como hace siempre, me da a entender que no quiere estar ahí, que en ese momento concreto no quiere estar cerca mío. Es en momentos como este cuando me muestra todo el rencor que tiene encima y que no hace mas que negarme cada vez que le pregunto.

Yo no se lo hecho en cara… al fin y al cabo me lo gane a pulso durante medio año.

Fui yo quien mató a Preciosa. Y no fue una muerte bonita, rápida, indolora. Fue una muerte lenta y dolorosa. Cuernos, engaños, mentiras…

Cuando lo pienso me pregunto porque me sigue hablando, por eso no me enfado cuando se pone asi si no que lo entiendo y lo único que consigue es darme la patada en el estomago que merezco.

No hay nadie en la terraza del bar aunque a pesar de ser Febrero el viento no sopla demasiado frío. Aun así por el cambio de temperatura ella se estremece y por instinto se aferra a mi. Yo le paso mi brazo por encima de sus hombros y la aprieto con fuerza para calentarla.

Aun no hemos dicho nada.

La plaza frente al bar, como cada domingo, esta abarrotada de niños jugando a la pelota, padres que aprovechan sus días libres y viejos que miran sonrientes como juegan los niños (los viejos también pueden no ser cascarrabias).

Creo que somos los únicos que no sonreímos.

Continuamos el camino a su casa en silencio. Yo me pregunto si la he fastidiado tanto y también en que demonios estará pensando ella. Esa es una de las cosas que siempre me puso nervioso de ella, que nunca pude predecirla. Que nunca supe que era lo que se le pasaba por la cabeza cuando estaba enfadada (cuando estaba contenta no me lo planteaba).

Tal vez por eso yo me deje engañar en nuestra segunda parte.

Tal vez por eso yo fingí no saber lo que en el fondo sabia y deje que el hijo de puta me robase a mi preciosa.

No se…

-Me das un piti -digo para intentar retomar la conversación.
Nos paramos para que ella haga su imitación de Mary Poppins mientras busca el tabaco del bolso. Finalmente consigue sacar uno y me lo enciende. No dice nada.
-Que pasa?
-Nada…

De nuevo el silencio.

Llegamos a su calle y me apoyo en la vaya de su casa. Ella no me mira. Se va a ir.

-Bueno… adiós.
La cojo del brazo -Espera Negrita.
-No me llames así.
-Y como quieres que te llame
-Preciosa.
-No puedo.
-Porque no?
-Porque no puedo. Porque ya no eres “Preciosa” para mi.
-¿Y que significaba ser Preciosa para ti?
-Lo mismo que para ti. ¿Quieres que siga llamándote así? -intento que no suene a reproche sin demasiado éxito.
Ella no dice nada durante un par de segundos -¿Y porque Negrita?
-Porque es lo que significas para mi ahora
-¿Y que significa?
Le sonrío -Es como lo de Preciosa. Que gracia tendría que te lo dijese si ya lo sabes.
-No he oído la canción.
-Escúchala.
-No me gusta Calamaro
-Da igual.
-Eres un peliculero.
-Lo se.

Después le sonrío y por primera vez en toda la tarde ella me devuelve la sonrisa.

-Que tonto eres -dice y me da un beso -llámame cuando vuelvas.
-Lo haré Negrita, no te preocupes.
Y veo como la mujer mas guapa del mundo se aleja por la recta por la que le he visto alejarse un millón de veces.

Y entonces ella llega a su casa y pone la canción “Negrita” de Andrés Calamaro. Y entonces entiende todo y una lagrima le recorre la mejilla. Sonríe amargamente y aunque está sola en la habitación no puede evitar decir en alto

-Eres un puto peliculero.

Me alejo de su casa andando pensando en todo lo que ha pasado y en si quiero seguir teniendo estos encuentros dolorosos con mi Negrita.

+ + +

Evidentemente todo esto no ha pasado y probablemente nunca pase. Sigo tumbado en mi cama y me pregunto si se lo diré y si, de decírselo, todo ocurrirá como lo he pensado.

Como ya he dicho siempre me resulto imposible entender su manera de pensar.

Sonrío solo en mi habitación.

Soy un peliculero.