martes, 28 de abril de 2009

El detective (2)

A la mañana siguiente se ducho. Habia pasado la noche en vela pensando en lo que habia ocurrido la noche anterior y en el angel de labios rojos que habia estado en su despacho. Por primera vez en meses bajó a desayunar a una cafeteria cercana, Paulie, el dueño, un italoamericano gordo y sudoroso con el que Jack se llevaba bien le saludo al entrar:

-Pero mirar quien está aqui! El mismisimo Lazaro que acaba de salir de la tumba!
-Ponme un café, ¿quieres Paulie? -le contestó mientras se sentaba en la barra
-Marchando chico, algo de comer
-Ya sabes que a horas tan tempranas no me entra nada.

Le sirvió el café y se quedó mirandole.

-Que pasa?
-Nada Jack, solo que te dabamos por muerto. De hecho habiamos empezado una porra los chicos y yo sobre que semana encontrarian tu cadaver
-Vaya, muy bonito Paulie, y yo que creia que eramos amigos
-No me malinterpretes, me alegro de que hayas vuelto, eso significa que al menos tienes trabajo

El detective no contestó, solo miró al suelo y sonrió.

-¿Puedo usar el telefono Paulie?
-Claro Jack, ya sabes que esto es como tu casa.

Se sacó la tarjeta que le habia dado la chica se llamaba Marie Henderson.

-Si? -respondio la voz de ella al otro
-Marie?
-Detective! Vaya no lo esperaba tan temprano!
-Ya ve, a veces hasta los tios como yo madrugamos. ¿Está su marido en casa?
-No y tardará en volver, tenia una reunion importante por lo que me ha dicho
-¿Le viene bien que vaya ahora mismo?
-Si claro, tiene la direccion?
-Si, está todo en la tarjeta
-Claro! la tarjeta, bueno pues nos vemos detective, hasta ahora.
-Hasta ahora.

Colgó, pagó el café a pesar de las negativas de Paulie y se marchó. Afuera ya no llovia pero hacia ese frio humedo del invierno tardio. Se subió los cuellos y se encendió un pitillo, despues decidió caminar por las vacias calles del barrio durante un tiempo. A la luz del dia la calle parecia un buen lugar para vivir, tal vez no era el paraiso terrenal, pero gente decente lo reinaba. Era por la noche cuando el barrio cambiaba y la chusma que tiempo atras habia impulsado a Jack a luchar contra el crimen y posteriormente a convertirse en detective privado, salia de sus madrigueras. Le revolvian el estomago, camellos, chulos, atracadores, yonkis y putas demostraban al progresiva decadencia de una ciudad que se iba al garete a ojos del detective, y en el medio estaba él. Solo ante el peligro. Antes tan lleno de sueños y esperanzas, ahora se dedicaba a indagar las infidelidades de hombres de negocios que vivian lejos de aquel lugar, en grandes mansiones, lejos del agujero, de la mierda, del final del camino. Lejos de la frontera entre la tierra y el infierno.

Llamó a un taxi cuando se cansó de caminar y recordar viejas historias (muertos en cada esquina, detenciones, atracos, cosas por el estilo de cuando era patrullero, antes de que lo echasen) dió la direccion y mientras el coche, a ritmo de la cancion Perry Mason, se alejaba del peor lugar sobre la tierra hacia paramos mejores Jack no podia dejar de pensar en Marie.