sábado, 22 de agosto de 2009

8:00 A.M

7:00. Sonó el despertador. José alzó su mano y dejandola caer, pesada, como muerta, sobre el despertador lo apagó. Comenzó a viajar por el limbo de los sueños interrumpidos, ese momento en mitad de la noche en los que uno, en contra de su voluntad, es despertado pero aun tiene el cerebro demasiado dormido como para no recordar lo que estaba soñando en ese momento. Una batalla sin cuartel por mantenerse en esa playa de blanca arena por la que paseaba junto a Belen y no enfrentarse a la vida real.

7:10. Habiendose derrotado a si mismo el agua tibia impactaba contra su cara terminando de despejarle.

7:20. El traje de todos los dias. Antes de emprender como cada dia la busqueda de la corbata puso la cafetera. Necesitaba gasolina. La encontró debajo de la cama y de nuevo se preguntó como llegaba a aquellos lugares y si tendria, como le gustaba sospechar, vida propia. Mientras en la radio anunciaban el estado de las carreteras José se anudó la corbata.

7:30. Café solo con un par de cucharadas de azucar. Ya comeria algo a media mañana, de momento lo unico que necesitaba era mantenerse despierto. La radio seguia hablando de como iba a ser el dia, reuniones entre politicos, calor sofocante (propio de aquella epoca) y carreteras colapsadas debido a la "operacion retorno". Mientras se bebia el alquitran se imaginó a si mismo viajando de levante a Madrid, cuatro horas detenido bajo el sol. Sorprendentemente aquella idea le pareció mucho mas atractiva que el dia que le esperaba.

7:45. Totalmente listo José salió de su casa. Hora de enfrentarse al mundo. Pasó junto a la pescaderia de la señora Concha y se lamentó de que no estuviese abierta. La hija de la señora Concha era bastante guapa. Se detuvo en el kiosco a comprar el periodico como cada dia "que tal jefe? ¿lo de siempre?" "claro Fer, ¿como llevas la mañana?" "Ya sabes... de momento tranquila, como todos los dias..." la conversacion de todos los dias. Mientras seguia su camino a la oficina un barrendero que mojaba el suelo con su gran manguera le miró con cara de pocos amigos. Se sintió un tanto intimidado y aceleró el paso.

8:00. No habia demasiada gente los sabados por la mañana y mucho menos en sabados de verano como aquel. Justo enfrente del edificio en el que estaba su oficina habia dos borrachos, dos chicos morenos, uno de ellos con rizos y una cinta en el pelo, el otro con pelo corto y patillas sucias de adolescente. Hablaban incoherencias, esas conversaciones profundas del alcoholismo de madrugada. Sintio vergüenza y envidia de ellos por partes iguales, vergüenza por sentirse repentinamente mas mayor y maduro y lo suficientemente listo como para considerar aquella vieja etapa de su vida (que en realidad tampoco habia pasado hacia tanto) como una tonteria y envidia por la vida que tenian, aparentemente mas sencilla, con menos preocupacion y trabajo que la suya. Hechó de menos tener 20 años y con ese malestar en el cuerpo entró en el edificio. Ascensor hasta casi el ultimo piso.

8:01. La oficina por las mañanas era un lugar muy tranquilo. Caminó hasta su cubiculo, dejó su maletin y encendió el ordenador. Luego, como cada dia viajó hasta la maquina de tabaco en la que, como cada dia Belen estaba tomando café. No necesitaba aquel café realmente, pero hasta que no reuniese el valor para decirle cuanto la queria aquel minuto al dia con ella era todo lo que necesitaba para soportar las 24 horas siguientes.